Una de las 1° teorías es la de Platón (filósofo griego siglos V y IV AC). Pensaba que la luz estaba formada por corrientes emitidas por el ojo, como si fueran filamentos o tentáculos saliendo del ojo, y el acto de ver se llevaba a cabo cuando dichos filamentos entraban en contacto con los objetos.
También Euclides (un siglo después) coincidía con esta hipótesis, decía: "no podemos ver una aguja en el suelo hasta que los ojos se posen sobre ella".
No todos aceptaban esto, los pitagóricos (griegos, escuela de Pitágoras) creían que la luz emanaba de cuerpos luminosos y viajaba de éstos a los ojos en forma de partículas muy finas.
Después Empédocles (sabio griego predecesor de Platón) enseñaba que la luz está formada por ondas de cierta clase y de alta rapidez.
En 1704 (ya en tiempos más recientes), Isaac Newton describió la luz como una corriente de corpúsculos, teoría que gozó de gran aceptación entre los científicos de su época. Como la luz se movía en línea recta y no se extendía hacia los costados como las ondas, parecía corroborar la teoría corpuscular. Sostuvo esto a pesar de que conocía la polarización, y a pesar de su experimento de la luz que se refleja en placas de vidrio (donde había notado franjas de claridad y de oscuridad).
Sabía que sus partículas luminosas también deberían tener ciertas propiedades ondulatorias, aunque no todos los científicos de la época de Newton eran partidarios de asociar la luz a pequeñas partículas.
De acuerdo con la teoría corpuscular las partículas muy pequeñas (de masa insignificante) eran emitidas por fuentes luminosas tales como el Sol o una llama. Estas partículas viajaban hacia fuera de la fuente en líneas rectas con enorme rapidez. Cuando las partículas entraban al ojo se estimulaba el sentido de la vista.
La propagación rectilínea se explicaba en términos de partículas. En realidad uno de los más fuertes argumentos en favor de la teoría corpuscular se basó en esta propiedad.
Un contemporáneo, el científico holandés Christian Huygens (1678), afirmaba que la luz era una onda y promulgó una teoría ondulatoria de la luz probando que en ciertas condiciones la luz se extendía hacia los costados (fenómeno que se conoce como difracción).
Parecía demostrar, de una vez por todas, que la luz es un fenómeno ondulatorio.
Esta idea fue reforzada en 1862 por la predicción de Maxwell, de que la luz conduce energía en forma de campos eléctricos y magnéticos oscilantes.
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Veinticinco años después Heinrich Hertz usó circuitos eléctricos productores de chispas para demostrar la realidad de las ondas electromagnéticas (radiofrecuencia).
Sin embargo en 1905 Albert Einstein publicó un trabajo (Premio Nobel 1921), donde desafiaba la teoría ondulatoria de la luz, diciendo que interactúa con la materia no como onda continua (según lo afirmado por Maxwell), sino en paquetes diminutos de energía electromagnética (fotones sin masa).
Pero ese descubrimiento no eliminó la concepción de las ondas luminosas, sino que indicó que la luz es al mismo tiempo una onda y una partícula.
Hoy en día los científicos aceptan que la luz tiene una naturaleza dual: a veces se comporta como una partícula y a veces como una onda.
Simplificando podemos decir que se comporta como onda electromagnética en la propagación, y como fenómeno fotoeléctrico (corpuscular) en los procesos de absorción y emisión.
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